SIENA, italia

SIENA, 17 de septiembre de 2017

El sol me calentaba la cara mientras estaba sentada en la Piazza del Campo, con una bruschetta delante y un capuchino en las manos. Había un silencio extraño para una plaza tan famosa, solo roto por el lento ruido de los pasos de los turistas y el tintineo de las tazas al posarse sobre los platillos. No tenía prisa. Era domingo y había decidido parar en Siena, de vuelta de Vinci, antes de regresar a Roma.

Este blog es parte de una serie donde te cuento sobre mis viajes a Italia. Si quieres leerlo en italiano puedes hacerlo aquí.

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SIENA, italia

Ese momento, con el sabor perfecto del aceite de oliva, los tomates cortados finamente y el capuchino que sabía a un merecido descanso, fue un pequeño fragmento de felicidad. Nunca había visto Siena antes, pero la había imaginado muchas veces. Había hablado de ella con Karina, mi profesora de italiano en Buenos Aires, durante una de las primeras clases. Nos había hablado del Palio de Siena con tal pasión que, desde entonces, esa ciudad había permanecido en mi lista de «lugares que hay que ver al menos una vez en la vida».

Ese día, por fin, estaba allí.

Caminar por las estrechas calles de Siena era como entrar en un cuento medieval. Las paredes contaban historias, las piedras guardaban el recuerdo. Me perdía entre los callejones, miraba hacia arriba, veía los colores de las banderas, pensaba en las carreras de caballos y en la multitud que llena la plaza dos veces al año.

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SIENA, italia

En el centro histórico de Siena, cada paso te transporta al pasado. La Piazza del Campo, con su forma de concha y su suelo de ladrillos rojos, es el centro de la ciudad, donde se celebra el famoso Palio y donde la Fonte Gaia cuenta historias sin hablar. Un poco más allá se encuentra la Torre del Mangia, que se eleva sobre el horizonte y ofrece una hermosa vista de los tejados de Siena. La catedral de Siena, con su fachada de mármol blanco, negro y rosa, esconde en su interior obras de arte góticas y renacentistas, así como un intrincado pavimento que te dejará sin aliento. Al pasear por las calles de la ciudad, con sus banderas y símbolos, se comprende el alma más profunda de Siena: una ciudad viva, llena de orgullo de sus raíces medievales.

Visité los lugares más bonitos del centro histórico, uno por uno, con tranquilidad. Me sentía cansada, pero feliz. Cada paso era un regalo. Me detuve a mirar, a respirar, a recordar. Cuando llegó el momento de irme, tomé el autobús para volver a Roma. Era el atardecer.

Aún no lo sabía, pero un año después, esa ciudad dejaría una huella aún más dulce en mi vida: mi perrita se llamaría Siena.

Soy Juana. Descubre mi viaje aprendiendo y enseñando italiano. Consejos, historias y pasiones desde el punto de vista de una eterna enamorada de Italia.

Soy devoradora de historias y respiradora de libros. Soy una coleccionista serial de habilidades.

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